¿Qué es el dinero para ti?
Para relacionarnos con el dinero de manera saludable es esencial entender que debe ser un medio y no un fin. Alguien que trabaja exclusivamente para engrosar su cuenta corriente nunca disfrutará de lo que hace ni logrará la excelencia. En cambio, realizar algo con pasión, sentido y humildad llevará a que nos superemos y, por lo tanto, a generar más prosperidad.
Si tratamos el dinero como lo que es, un vehículo para hacer realidad nuestros sueños y los de los demás, éste fluirá hacia nosotros con naturalidad y, sobre todo, sin culpabilidad.
Lógicamente, los recursos no son ilimitados y debemos ajustar nuestras aspiraciones a un modelo sostenible de mundo. Acumular bienes sin ninguna finalidad equivale a empobrecerse espiritualmente. Los que basan la prosperidad sólo en las finanzas olvidan otros tesoros más importantes: ser rico en amigos, en buenas obras, en experiencias, en ideas útiles para la sociedad. Todo esto también
es prosperidad.
La abundancia monetaria tiene una importancia relativa. Abre muchas puertas, pero también aumenta nuestra sed de liquidez para mantener lo conseguido. Poseer muchas cosas sale caro. Como nos recuerda un viejo aforismo, rico no es aquel que más tiene, sino quien menos necesita.
No es seguro que todo el mundo pueda doblar sus ingresos, pero tampoco lo es que el enriquecimiento corrompa necesariamente a una persona. Simplemente amplifica sus virtudes y defectos. Así, por ejemplo, alguien con un fondo noble utilizará la prosperidad para beneficiar a los suyos y a su comunidad, mientras que una persona sin escrúpulos canalizará el dinero hacia actividades puramente especulativas, cuando no destructivas.
Puesto que disponer de más dinero aumenta nuestra capacidad de maniobra, al enriquecernos ponemos de manifiesto nuestros valores y prioridades. Dicho de otro modo: el dinero no es bueno ni malo en sí mismo; es sólo un vehículo que podemos utilizar bien o mal.
Para relacionarnos con el dinero de manera saludable es esencial entender que debe ser un medio y no un fin. Alguien que trabaja exclusivamente para engrosar su cuenta corriente nunca disfrutará de lo que hace ni logrará la excelencia. En cambio, realizar algo con pasión, sentido y humildad llevará a que nos superemos y, por lo tanto, a generar más prosperidad.
Imagen:http://www.cambiando.es/category/psicologia-del-dinero/ |
Si tratamos el dinero como lo que es, un vehículo para hacer realidad nuestros sueños y los de los demás, éste fluirá hacia nosotros con naturalidad y, sobre todo, sin culpabilidad.
Lógicamente, los recursos no son ilimitados y debemos ajustar nuestras aspiraciones a un modelo sostenible de mundo. Acumular bienes sin ninguna finalidad equivale a empobrecerse espiritualmente. Los que basan la prosperidad sólo en las finanzas olvidan otros tesoros más importantes: ser rico en amigos, en buenas obras, en experiencias, en ideas útiles para la sociedad. Todo esto también
es prosperidad.
La abundancia monetaria tiene una importancia relativa. Abre muchas puertas, pero también aumenta nuestra sed de liquidez para mantener lo conseguido. Poseer muchas cosas sale caro. Como nos recuerda un viejo aforismo, rico no es aquel que más tiene, sino quien menos necesita.
No es seguro que todo el mundo pueda doblar sus ingresos, pero tampoco lo es que el enriquecimiento corrompa necesariamente a una persona. Simplemente amplifica sus virtudes y defectos. Así, por ejemplo, alguien con un fondo noble utilizará la prosperidad para beneficiar a los suyos y a su comunidad, mientras que una persona sin escrúpulos canalizará el dinero hacia actividades puramente especulativas, cuando no destructivas.
Puesto que disponer de más dinero aumenta nuestra capacidad de maniobra, al enriquecernos ponemos de manifiesto nuestros valores y prioridades. Dicho de otro modo: el dinero no es bueno ni malo en sí mismo; es sólo un vehículo que podemos utilizar bien o mal.
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